Aunque publicó su álbum debut el año pasado, Margrét lleva a sus espaldas una larga carrera cargada de atrevidos paisajes sonoros, haciendo honor a la vanguardista industria musical islandesa.
Sunna Margrét no quiere que la comparen con Björk. El símil es inevitable para cualquier foráneo de Islandia al que le guste generalizar, ya que ambas artistas proceden del mismo archipiélago nórdico, pero Margrét se reivindica como una artista propia.
"Creo que tiene mucho que ver con el acento más que con otra cosa", dice Margrét desde una sala lateral tras su actuación en el festival Eurosonic de Groninga. "Por supuesto, hago pop experimental, así que eso nos asemeja".
Cada una quiere ser su propia persona, dice Margrét. Pero dos cosas pueden ser verdad al mismo tiempo, y la artista no tiene problemas en reconocer lo evidente: "Björk allanó el camino para el resto de nosotras. Es una comparación estupenda, en realidad". A pesar de ser relativamente desconocida, Margrét fue la segunda artista más destacada por las críticas tras su paso por el festival neerlandés.
En su actuación, la última antes de que deje de hacer giras durante un tiempo, el público se sorprendió por una propuesta repleta de cacofonías envolventes entre el electropop, alineada con las nuevas tendencias de artistas consagradas como Oklou.
Su álbum debut, 'Finger on Tongue', se nutre de canciones repletas de texturas atmosféricas. Canciones como 'Come With Me' ofrecen contrastes mediante bajos crepitantes y texturas industriales, mientras la voz de la soprano se impone sin forzarlo. Con la misma facilidad cambia a tonos más graves, como en las secciones habladas de 'Chocolate', lo que da buena cuenta de su rango vocal.
Esta última canción es pura atmósfera, con sintetizadores sugerentes sobre sonidos artificiales de batería. Margrét creó toda la canción con un amigo antes de tocar la letra. Fue entonces cuando se topó con un obstáculo. "No fui capaz de escribirle una melodía, y por eso hice la letra hablada". Una vez hechas las estrofas, el resto del proceso creativo fue rápido. "El estribillo se escribió en un día", dice.
Al álbum le ha seguido rápidamente un EP, 'Fern', masterizado mientras estaba de gira. Los tres nuevos temas son aún más experimentales en su forma, pero entre ellos Margrét consigue ofrecer cierta cohesión melódica.
En medio de toda esta complejidad de texturas, no es de extrañar que a veces las canciones pasen años gestándose. Margrét lleva trabajando en 'I've Been Drinking', un tema del álbum, desde 2018. Hay otras canciones que sigue revisitando desde 2016, cuando comenzó su proyecto "Trabajo en mi música hasta que siento que está lista", dice.
"Y permito que tenga sus defectos. No siento que tenga que estar completamente pulida y que tenga un sentido completo". Vuelve a referirse a los defectos cuando hablamos de su actuación en directo. "Eso es lo bonito: no va a ser perfecto. Y los defectos, a veces los errores, son las mejores partes".
Para un oyente, las imperfecciones son difíciles de encontrar. Margrét habla con una confianza que solo puede explicarse mediante una larga trayectoria, pese a su juventud. Empezó a tocar el piano a los seis años, después de haber pasado años tocando la flauta.
Luego vinieron las bandas del colegio, estudiar jazz y arte en el extranjero, crear instalaciones sonoras y adorar a Ella Fitzgerald: "Creo que ella es quizá mi primera influencia real". Con sólo 18 años se unió al grupo de electropop Bloodgroup. Formada desde 2006, su nueva banda le permitió conocer los escenarios de grandes festivales de toda Europa.
Las letras de la artista tratan de capturar lo indescriptible, algo que refleja especialmente la canción que cierra su álbum, 'I, Here in Distance', donde se expresa sobre el anhelo mediante una canción de cuna percusionada. "El objetivo es seguir haciendo esto el mayor tiempo posible, porque no es algo que esté garantizado", dice Margrét sobre su carrera actual. Pero tanta dedicación a la música no sería posible sin financiación. "No gano nada con mi música", dice. La mayor parte procede de subvenciones de Islandia.
Con festivales como Iceland Airwaves y fondos como Iceland Music, la pequeña nación insular se esfuerza al máximo para que florezca su escena musical. Artistas como Sigur Rós, Laufey y Daði Freyr son sólo la punta del iceberg de la producción musical del país. El ascenso a la fama de Margrét sugiere que pronto podría unirse al estatus de leyenda del pop experimental.