Las leyes internacionales prohíben el comercio de diamantes procedentes de países en conflicto, pero por ahora es imposible conocer con certeza el origen de las piedras preciosas. Un laboratorio polaco ha encontrado la solución.
¿Podría el diamante de tu anillo de compromiso proceder de un país en conflicto, como Rusia? Legalmente no, y ahora existe una tecnología desarrollada por un proyecto europeo en Polonia que podría evitar que ocurra de manera ilegal en el futuro.
Barbara Dembowska dirige su negocio de venta de diamantes en la ciudad polaca de Poznań. Sus piedras preciosas sólo proceden de proveedores de confianza de Bélgica, Francia o Italia, pero en realidad ni siquiera sus certificados pueden garantizar el origen al cien por cien. En este sentido, las nuevas tecnologías que ha desarrollado Nanores, un laboratorio de Breslavia, son revolucionarias.
Barbara explica: "si un broche que consta, digamos, de 20, 30 o 50 piedras de una empresa conocida contiene en su interior información sobre la empresa, por ejemplo Cartier o Harry Winston, con iniciales que indiquen que estas piedras pertenecen a esa empresa, en caso de robo, esta piedra se vuelve invendible".
La lucha internacional contra el tráfico de diamantes de sangre
Los diamantes de sangre, también conocidos como diamantes de conflicto o diamantes sucios, son piedras que se extraen en zonas de guerra y se venden para financiar conflictos armados, violaciones de los derechos humanos y actividades ilegales.
Para combatir el comercio de diamantes de conflicto, en el año 2000 se lanzó a escala internacional el llamado el llamado Proceso de Kimberley, un sistema de certificación que impone requisitos estrictos sobre la trazabilidad de los diamantes, lo que garantiza que los que se comercializan procedan de fuentes legales y sostenibles. Los países garantizan, en particular, que los diamantes importados no procedan de países en conflicto.
En los últimos años, la Unión Europea ha añadido a Rusia a la lista de países prohibidos.
A pesar de los avances, el sistema tiene puntos débiles. Todavía existen vías de escape y falta de control en algunas zonas, lo que permite que los diamantes de sangre entren en el mercado.
Nanotecnología al servicio de la ley
La tecnología de seguimiento de diamantes desarrollada por Nanores se llama Diamond ID.
El proyecto, que costó a Nanores más de 2,2 millones de euros, lo financió con casi 1,75 millones de euros la Política de Cohesión europea. Se probó en superficies de 500x500 micrómetros. Un micrómetro es la millonésima parte de un metro.
Pero, ¿por qué es necesaria esta tecnología? ¿Cuál es la situación actual y qué tiene de innovador este proyecto?
De la mina al consumidor
"En la actualidad", responde la directora del proyecto, Magdalena Kołda, "los diamantes sólo se marcan cuando se pulen. En ese momento, se coloca una marca en la superficie de la piedra. Pero no se coloca ninguna marca identificativa al principio del ciclo, y es muy importante poder seguir el diamante desde el principio".
El objetivo es poder grabar la marca en el interior del diamante a escala microscópica desde el momento de la extracción. Esto evitaría que se borrara la marca, al no estar en la superficie y no ser visible, y garantizaría la trazabilidad de la piedra desde su origen hasta el consumidor final.
Diamond ID se combina con otra tecnología, un "gemelo digital". Esto significa que se almacenará en una base de datos una copia digital del gemelo del diamante. Y eso es lo que encontrarás en tu diamante dentro de un par de años, una vez que la tecnología obtenga una patente y comercialice. La garantía de un diamante absolutamente ético.